Avispa alfarera

Echo veinte euros de gasolina sin plomo al coche. Al ir a cerrar la portezuela que tapa la toma de carburante descubro que tiene pegados en la cara interior dos minúsculos nidos de barro. Uno tiene un diminuto orificio, el otro no. Son nidos de un insecto.
Me pregunto en cuánto tiempo lo ha construido. Tal vez durante un fin de semana. En las 48 horas en que el coche está aparcado en la calle. El insecto -seguramente una avispa- entró y salió por un orificio de unos milímetros de ancho: el hueco habilitado para meter el dedo y abrir la portezuela. Llevó en las mandíbulas el barro y con ellas fue conformando el receptáculo. Ha construido un nido perfecto. Es un admirable trabajo de precisión: delicado y discreto. No hay artesano en el mundo que trabaje mejor que esta avispa.



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