The homeless billionaire

Como a Scott Fitzgerald y a la mayoría de los mortales me fascinan los ricos. Hoy he conocido (no personalmente, desde luego) a uno de ellos bastante bizarro. Se trata de un multimillonario "sin hogar". Pero no vive en la calle, entiéndanme. Va de hotel en hotel, errante como un santón de Tólstoi. Su fortuna está valorada en unos 2.200 millones de dólares. Tiene 50 años pero aparenta 35; cara de niño, aspecto pulcro, mirada clara, sonrisa franca y porte atlético. Ignora la fecha y el lugar de su muerte.
En la entrevista que le hace el Wall Street Journal llega a afirmar lo siguiente: "sentía que las posesiones se habían adueñado de mí". Frase que parece sacada de la vida de San Francisco de Asís. Se desprendió de su isla en Florida y otros bienes más o menos malos y ahora sólo es dueño de su avión privado con el que recorre el mundo y de una colección de arte que presta a museos. No tiene coche ni reloj ni mujer ni hijos ni perro que le ladre.
Fundó hace un par de años el instituto que lleva su nombre. Un think tank con oficinas en Los Ángeles, Berlín, Nueva York, Washington y Zürich. Su propósito es crear marcos de debate para arreglar el mundo. A esta organización pertenecen personalidades como Nicolas Sarkozy (reciente incorporación), Juan Luis Cebrián presidente ejecutivo del Grupo Prisa, Felipe González, Tony Blair, Jacques Delors, Gerhard Schöder, Mario Monti, Romano Prodi o Max von Bismark (al que supongo pariente del Canciller de Hierro).
Estos días se han reunido en Berlín a instancias de Mario Monti (quieren concienciar a los alemanes de la gravedad de la crisis europea) para debatir "el futuro de Europa después de la crisis." No se puede negar que tienen un pensamiento previsor y adelantado: están pensando cómo van a decorar lo que quede de casa mientras la casa está ardiendo. Y es que los multimillonarios y sus amigos son así: lo mismo regalan 20 millones de euros a Cáritas que viajan sin reloj pero con avión privado. Mientras tanto sus amigos piensan en la crisis de la deuda y de paso procuran salvar -muy filantrópicamente- sus fortunas del naufragio.
Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja... ¿cómo seguía la frase? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario