Aceleración

Dijimos que la vida es un soplo. Tal vez habría que reconsiderarlo. No porque vivir cien años sea una gran fracción de tiempo -ya que no es más que una chispa- sino porque vivir un siglo en nuestra época es ser testigo de tal cantidad de acontecimientos, mutaciones y cambios que más que años parece que cumplimos eras geológicas.
Hemos visto cómo se derribaban las estatuas de Lenin y Stalin, cómo se cambiaba el nombre de ciudades. Recuerdo casas sin agua corriente, sin aseos y sin teléfono. Hubo un tiempo en que mi familia no tenía coche. Hemos llegado a ver un presidente negro en la Casablanca.
Nuestra vida cotidiana se ha transformado tanto en treinta años que apenas se reconoce. Esto se debe principalmente a la tecnología. Internet, los móviles, las redes sociales, la generalización de los viajes: de esto no existía el menor indicio hace veinte años.
¿Ha cambiado la vida esencialmente? Sí, hemos vivido muchos cambios; pero el pasado (ese tiempo inconcebible en que aún no habíamos nacido) es aún más remoto. No vimos Europa destruída por la guerra, pero sí alcanzamos a ver sus cicatrices. Estamos asistiendo a la decadencia de los Estados Unidos y al desarrollo de países que ayer se consideraban del Tercer Mundo. El mundo de los vivos nos reclama, pero solemos ignorar que somos futuros muertos que hablan con futuros muertos.

2 comentarios:

  1. Eso es lo peor del siglo pasado que continua en el comienzo de este, el bombardeo masivo de novedades rociadas de prisa, estres, violencia, insomnio, ansiedad. Tecnocracia.

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