Descartes, luego existes

Hoy hace 420 años que nació René Descartes. Este señor, orgulloso y desconfiado, taló el árbol seco de la Escolástica pensando junto a una estufa en la ciudad de Ulm, en una Europa convulsa. Y todo empezó porque se encontraba perdido en la vida. Eso nos pasa a todos (salvo a los muy burros) al menos una vez. Fue devoto católico mientras -sin darse cuenta- contribuía decisivamente a borrar a Dios del horizonte. Extraño caso de escisión espiritual. Sostengo que murió asesinado por la reina Cristina de Suecia, pues invitar a Estocolmo a un hombre de salud frágil y hacerle levantar a las 5 de la mañana, en pleno invierno, para las clases particulares (cuando a él le gustaba quedarse en la cama hasta el mediodía) es una maniobra homicida. La aventura hiperbórea fue fatal. Si Descartes -que fue uno de los mayores genios- fue así de ciego con lo que más apreciamos -que es la propia vida- entonces, ¿qué vamos a decir de la pobre Humanidad?

Ese señor del Instituto que lleva su nombre

Siguiendo con la manía o costumbre de recordar aniversarios hoy hace 184 años que, muy a pesar suyo, abandonó este mundo Johann Wolfgang Goethe. Se dice que sus últimas palabras fueron: "¡¡¡mehr Licht!!!". "Más luz" pedía el pobre moribundo. Un escritor austríaco dijo "¡Vorsicht, bitte!" antes de tirarse por la ventana. Era judío y los nazis acababan de entrar en Viena.

La embajada de Siria

La embajada de la "República Árabe de Siria" en Madrid está enfrente del museo del Prado. Cada vez que paso por allí hay, a una discreta distancia, un furgón de policía estacionado. Las ventanas del primer piso están cerradas. La bandera ondea sin sentido. De esas ventanas cerradas, de ese piso abandonado, se nota que emana el olor de la putrefacción. Cinco años de guerra civil mientras los turistas esperan a que el semáforo se ponga verde.

Experiencia del odio

En 1916 el filósofo Max Scheler escribió sobre la guerra que entonces asolaba Europa y otras partes del mundo: la Primera Guerra Mundial. Según Max Scheler lo que se esperaba del progreso y las comunicaciones: ser vehículos de amistad entre los pueblos, resultó lo contrario. Lo que unió a todas las naciones, metiéndolas en la Historia Universal, fue, paradójicamente, no el amor sino el odio. 

En la situación general moral en la que la guerra ha desplazado al conjunto de la Humanidad civilizada hay una paradoja poco señalada. Esta paradoja consiste en que esta situación combina dos cualidades que a primera vista parecen excluirse. La guerra que brama en torno nuestro representa la más concentrada y profunda unidad de Experiencia que hayan alcanzado las más variadas partes de la Humanidad (Razas, Pueblos, Estados, Naciones, etc). Es el primer acontecimiento de la Historia que puede denominarse una experiencia total de la Humanidad. La "Historia Universal", una palabra que hasta ahora sólo designaba un compendio artificial, conceptual de Historias de Pueblos por separado y sus interacciones, se ha convertido en esta guerra, por primera vez, en un suceso real. Incluso la revolución de 1789 en comparación con este acontecimiento fue llevada sólo por una determinada parte de la Humanidad. Esta guerra, sin embargo, es el suceso más lleno de odio de toda nuestra Historia conocida; el suceso en el que la Humanidad, con el veneno del odio, se ha degradado y ensuciado más profundamente. La primera experiencia total de la Humanidad ha sido la experiencia del odio total. 

Max Scheler, Las causas del odio a los alemanes, 1916

Georg Heym

3.II-1908. Dimos un paseo en trineo. En el ocaso se elevó una gran nube, con la forma de una cabeza de toro que miraba el suelo, densa se desplazaba despacio bajo una brillante estrella solitaria. También pensé qué hermoso sería dar este paseo en compañía de una querida muchacha. En un segundo trineo quizá Ernst Balcke o Werner Glimm con sus chicas. Viajando así por la tarde invernal. 

Georg Heym, Diario
 
El 16 de enero de 1912 este poeta expresionista y su amigo Ernst Balcke se ahogaron en el río Havel cuando patinaban sobre el hielo. Balcke cayó en una brecha y Heym intentó salvarle. Tenían 24 años. Zbigniew Herbert dedicó a este suceso un hermoso poema. No llegaron a ver la Primera Guerra Mundial en la que es muy probable que hubieran caído.