Engels y la gran ciudad

Engels describe así la masificación de Londres, hacia 1845:

La multitud tiene algo repulsivo, algo que indigna a la naturaleza humana. Estos cientos de miles de personas, de todas las clases sociales, que se apretujan al pasar, ¿no son todos hombres con los mismos atributos y capacidades? ¿No tienen todos el mismo interés en ser felices? ¿No ambicionan todos su felicidad por los mismos medios y caminos? Pero pasan corriendo unos junto a otros como si no tuvieran nada en común y parece que el único acuerdo entre ellos es el tácito acuerdo de que cada uno se mantenga del lado derecho de la acera para que las corrientes de la multitud no se detengan una a otra, y a nadie se le ocurre dignarse mirar a los demás. La brutal indiferencia, el insensible aislamiento de cada individuo en sus intereses privados es tanto más asqueroso e hiriente cuanto más pequeño es el espacio al que están reducidos y cuando sabemos, además, que este aislamiento del individuo, este egoísmo estrecho de miras, es el principio fundamental de nuestra sociedad. Esto no ocurre en ninguna parte de una forma tan descaradamente evidente, tan clara, como precisamente aquí, en la multitud de la gran ciudad. La desintegración de la Humanidad en mónadas, cada una con su principio vital y su fin aparte; el mundo de los átomos ha alcanzado aquí el grado más extremo.

Friedrich Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra

Cualquier parecido con la realidad

Fue hace millones de años. Por lo que hemos descubierto en este planeta hubo vida. Vida multiforme y una especie con cierta habilidad técnica que fue la causa de la destrucción de este planeta gris. En el momento del desastre, según revelan nuestros estudios, se dividían en dos grupos: una minoría de ellos acaparaba todas las riquezas y la inmensa mayoría sobrevivía penosamente. Entonces, la nación más poderosa, que estaba en su momento de declive, eligió como jefe de Estado a un hombre riquísimo, zafio, astuto, ignorante y cruel. Lo que queda de la vida que hubo en este planeta es esta muestra contaminada con un mínimo de radioactividad (debieron de conocer esta energía).

Ciencia ficción. Viejo truco del Planeta de los Simios: tomar distancia en el tiempo y el espacio, usar el estilo indirecto, para comprender mejor, para satirizar una sociedad o una época, para burlarnos de nosotros mismos, para deplorar nuestra condición. 
      Montesquieu, Cadalso, Luciano, Voltaire, Leopardi o Swift echaron mano de este recurso. 

Mejor no pensarlo

La esperanza es la cosa más ilusoria del mundo. Si nos diéramos perfecta cuenta del torbellino que es la Historia, de los peligros que nos acechan continuamente, de lo frágiles que somos, de las mil maneras que existen de arruinarnos la vida no nos moveríamos de un rincón. Pero no hay criatura más inquieta y más gallarda que el ser humano. Nos afanamos bajo una estrella que corre cada día por el cielo a toda velocidad, en una naturaleza que es totalmente indiferente, si no es hostil y no barre de un manotazo a millones de criaturas. Tarde o temprano acabaremos y acabaremos mal. Sería un detalle que nos desintegráramos como pompas de jabón, dejando un dulce perfume. Si somos finitos que el final sea una evaporación, sin dolor ni agonía. Pero la muerte no es agradable nunca. Rarísimas veces es un quedarse dormido. Siendo así de desagradable muchísimas veces la muerte es la terrible y fútil liberación a una vida de alcohol, suciedad, tristeza, marginación, soledad, locura, violencia, enfermedad, degradación, pobreza. Acabaremos mal, hagamos lo que hagamos, por muy prudentes que seamos, por mucha vida sana que llevemos. El enemigo es demasiado poderoso, nuestra naturaleza demasiado miserable. Pero el amor, la ilusión, la esperanza, la resistencia, el olvido y las ganas de comer son nuestras armas.

El europeo ideal

Hoy hace 300 años que murió Leibniz. Me han encargado que pinte a lo Rafael en un muro de la catedral de Hannover (si es que existe y si no existe alguna razón suficiente habrá para que eso suceda) un fresco representando a la Filosofía desnuda y pobre. Alguna vez he pensado que Leibniz fue, es y será el europeo ideal.