Cataluña

Nació en Barcelona de extranjeros  oriundos de una provincia del Cantábrico. Allí pasó su infancia. Recuerda aquellas calles en los años setenta: via Laietana, plaza Urquinaona, calle Trafalgar. Recuerda su luz y sus atardeceres: sin historia, sin batallas perdidas, sin tumbas que adornar con ofrendas florales. Luego se marchó de allí y no regresó jamás. Pero le queda un profundo afecto por aquella tierra.
      En cuanto a los nacionalistas de todo pelaje: que monten en la silla turca de sus propios cráneos y sigan tan idiotas como siempre. Seguimos levantando muros en el tercer planeta del sol.

Algunos epitafios

Lo pasé relativamente bien

No me acuerdo de mí

Pasa de largo, amigo, y no me apures

Este cansancio no es normal

Me quedé sin cobertura

¡Por fin!

Decidle que la quise

Oigo tu corazón, ¿me vas a despertar?

He perdido de vista a cuatro imbéciles

Me importa todo tanto como nada

No aspiré a la santidad ni al socialismo

Perdono todo el daño que me hice 

Confieso que me aburrí bastante

Acabo la casa de mis sueños y me pasa esto

Y pensar que me indignaban las injusticias

Seguid sin mí como yo sin vosotros

Todos los que me lloraron están ya como yo

Para haber sido un don nadie no lo hice tan mal

Coleccioné decepciones

Que llueva o haga sol me da lo mismo

Mi médico me trajo aquí 

Ya no me da miedo morir

Jamás olvidaré el sabor del agua

Estoy mucho más muerto de lo que crees

Sinceramente, no era para tanto

Nadie me echa de menos, menos mal

Morí viejísimo: duré un momento

Ni el paraíso ni el infierno existen

Me salí por la tangente de la esfera del reloj

Si aún puedes leer mi nombre bórralo

¡Qué tropiezo más tonto!

Tu situación es rara, no la mía

De pronto, qué pereza dió existir 

Museo de Anatomía

En el museo de Anatomía de la facultad de Medicina de Oviedo, en la novena planta, se exponen en vitrinas, dentro de frascos de formol, embriones y fetos malogrados. Semillas que no llegaron a realizarse, muertos antes de nacer, se exponen en la embrioteca. Criaturas anónimas, formas que la naturaleza rechazó. No conocieron la luz, ni las pasiones, ni el lenguaje. Se quedaron a medio hacer en el dulce claustro materno. La naturaleza es una gran derrochadora de vidas. Acerco la cara a una de estas criaturas abortivas y le susurro: "fuiste listo, no quisiste venir al mundo, ya sabías los males que la vida te preparaba". Lessing, el ilustrado alemán, le dijo algo así al hijo que nació muerto.
         Qué fastidio nacer, ¿verdad? Crecer, socializarse, exprimirse entre congéneres, apretujarse en la multitud. Pocos amigos. Muchas facturas. Pocos recursos. Muchas tentaciones. Como dijo Luis Cernuda: "por todas partes el hombre mismo es el estorbo peor para su destino de hombre".

Kant y el cielo estrellado

Al final de su "Historia natural y teoría general del cielo", una obra precrítica, Kant dice en la Conclusión: 

En efecto, después de llenar su ánimo con éstas y las anteriores consideraciones, el aspecto del cielo estrellado en una noche serena procura una especie de deleite que sólo sienten almas nobles. En la tranquilidad general de la naturaleza y el reposo de los sentidos, la oculta capacidad cognoscitiva del espíritu inmortal habla un lenguaje inefable y ofrece conceptos sin desarrollar que bien pueden ser sentidos pero no descritos. Si entre las criaturas pensantes de este planeta hay seres viles que no obstante todos los alicientes con que un tema tan grande puede atraerlos, se aten firmemente a la servidumbre de la vanidad ¡cuán desgraciado es este globo de haber podido producir criaturas tan miserables! 

Esta tarde de diciembre brillaba la luna creciente y justo debajo Venus. Era maravilloso. La contaminación lumínica, el resplandor de las televisiones, el fútbol, el repugnante Trump, los sloganes publicitarios, la miseria económica del seguro más barato y la cháchara telefónica apenas nos permite contemplarlos. 

Pero la luna y Venus siguen estando. Y estarán.