En la sala de cine

Estoy en una sala de cine sentado en las filas de atrás, en una esquina. Entré para pasar el rato. Hay bastante gente. Por un momento desvío la atención de la película -que no es gran cosa- y me fijo, con la sensación de hacer algo extravagante, en los espectadores que me parecen bastante más interesantes.

El drama de la vida

O curas hominum! O quantum est in rebus inane!
 
Cervantes, Galdós, Baroja, Dickens, Hugo o Tolstoi debieron de tener un fino oído, una grabadora de conversaciones pilladas al vuelo mientras recorrían las calles de sus ciudades, capitales del mundo. Debieron de ser buenos paseadores, de largas caminatas; grandes observadores, muy curiosos del fenómeno humano. Cada una de esas personas con que se topaban era el centro del universo para sí misma (eso ya se sabe) todos decían -decimos- "yo". Yo: Cualquiera. Cualquiera es un personaje del gran drama de la vida. El gran teatro del mundo. No creo que esos monstruos de la narrativa pudieran realizar su trabajo de campo, espejos a lo largo de un camino, sin que dejaran de lado sus prejuicios y opiniones personales; qué digo, sin que se vaciaran de sí mismos, sin dejar de lado su "yo". Observando se olvidaban. Miraban con igual interés un entierro que una embarazada; un grupo de niños que una vieja solitaria; un albañil, un mendigo que un ministro. Ninguna vida les parecía poco interesante. Su mente abarcaba multitudes. 
      Todos somos personajes efímeros de un vastísimo teatro. Es rara la persona que observa y no corre tras sus propios intereses. Platón llamó a los filósofos "amigos de mirar". Quien contempla lo que otros hacen se coloca automáticamente en un plano superior. 
      A esta teoría improvisada de la novela podrían añadirse unas gotas de filosofía hindú: nuestro "ego" es sólo apariencia, el Atman y el Brahman se identifican. ¡Adiós a nuestros sufrimientos, vanidades y esperanzas! ¡Qué importa nuestra vida, nuestra suerte y nuestra muerte! Nadie es imprescindible. Infinitas cosas suceden sin contar con nosotros porque estamos ausentes, somos seres limitados en el espacio y el tiempo. Olvidar las miserias propias del individuo que somos, disolverse en la multitud y en el continuo de la naturaleza. ¡Qué enorme alivio! 
        El Estado, el Poder, son un panóptico. Ellos nos cuentan, nos controlan, nos registran y nos identifican con implacable y fría mirada. No les interesa de nosotros más que lo superficial, nuestra cáscara por decirlo así. La ignorancia de estas cosas nos hace infelices. ¡Oh preocupaciones de los hombres, cuánta futilidad hay en el mundo! Muy sabio aquel latino.

Haciendo de crítico de cine

La película "Suburbicon" dirigida por George Clooney, sobre un guión antiguo de los hermanos Coen es repelente. No voy al cine para juzgar las películas después, pero esta me pareció tan tonta que es caso aparte. Vamos a satirizar la sociedad americana de los años 50, que no es oro todo lo que reluce. Pero hacer una sátira es relativamente fácil: no hay sociedad o persona que se libre. ¿Qué nos importa la América de los 50? La América de los 50 nos queda lejos, aunque el ser humano no cambia. ¿O sí? ¿Es acaso perfectible? ¿Camina hacia la luz? De Eisenhower a Trump. Un hombre vil se compincha con su cuñada para matar a su mujer, cobrar el seguro de vida y empezar "de cero" en una isla del Caribe. Para llevar a cabo tan heroica empresa contratan a dos matones que le extorsionan después. Todos mueren al final menos el hijo, un niño pequeño que representa la América del futuro, integradora, plural, sin prejuicios raciales. 
        En este bodrio fílmico se retratan la maldad, el crimen, la perfidia, el odio, la muerte como si fueran un juego. Será que no tengo humor para entender la "comedia negra" Esta película parece escrita y dirigida por una niña de 10 años o por un imbécil.

No fueron honras fúnebres

Un par de pobres, oscuras antorchas que la tormenta
y la lluvia amenazan apagar en cualquier momento.
Un tembloroso paño cubre el ataúd. Vulgar féretro de pino,
sin corona, ni la más mezquina, ningún acompañante.
Como si se llevara rápido a la tumba a un sacrilegio.
Los porteadores se apresuraron. Sólo un desconocido
con un abrigo que se doblaba en amplios y nobles pliegues
siguió el ataúd que era el del genio de la Humanidad. 

Conrad Ferdinand Meyer describe secamente el entierro de Schiller. Podría imaginarse un funeral importante. No fue así. De furtivo que fue podría decirse que "no lo acompañó ningún sacerdote".

La vejez vista por un viejo

Aquel no es país para viejos, los jóvenes en los brazos unos de otros, pájaros en los árboles -esas generaciones moribundas- en su canción; cascadas de salmones, mares poblados de caballas, peces, carne, aves, elogian a lo largo del verano lo que se engendra, nace y muere. Atrapados en esa música sensual todos descuidan monumentos del intelecto imperecedero.
Un hombre viejo es una cosa miserable, un abrigo andrajoso en un palo a no ser que el alma bata palmas y cante, y cante en voz alta, por cada jirón en su mortal vestido. No hay otra escuela de canto sino estudiar monumentos de su propia magnificencia. Y por eso navegué los mares y llegué a la ciudad sagrada de Bizancio. 
Oh sabios que estáis en el divino fuego de Dios, como está el oro en el mosaico de una pared, venid desde el fuego divino, girando en la espiral, y sed los maestros cantores de mi alma. Consumid mi corazón, enfermo de deseo, atado a un animal agonizante, no sabe lo que es, y juntadme al artificio de la eternidad.
Cuando esté fuera de la naturaleza nunca volveré a tomar mi forma corporal de ninguna cosa natural, sino la forma que dan los orfebres griegos con oro martillado y esmaltado de oro para mantener despierto a un emperador somnoliento, o la que ponen en una rama dorada para cantar a los señores y damas de Bizancio lo que pasó, lo que pasa y lo que vendrá. 
 
Dicho así, en pedestre traducción, no suena mal: las ideas son magníficas. Cuánta renuncia, cuánta nostalgia, cuánta lucidez. En el inglés de W.B. Yeats el poema es maravilloso. 

Autobús urbano

El autobús urbano -en esta ciudad no hay tranvías- es un buen lugar para observar las clases sociales. Lo primero que llama la atención del viajero son los usuarios de este servicio: estudiantes y mujeres. No hay hombres adultos. Es decir, quienes utilizan el autobús urbano son gente con pocos recursos económicos; el autobús es cosa de pobres. ¿Qué hacen los viajeros? Si son chicos conversan en voz alta, ebrios de su juventud, sobre arduas cuestiones escolares. Alguno habla de su padre, otro discute de fútbol. Muchos viajeros van absortos en sus móviles o llevan auriculares. Ninguno lleva un libro (al menos yo no he visto a nadie practicar la lectura, España es enemiga de este ejercicio civilizado, España es un país de brutos). Al cabo de unos cuantos viajes uno ya se convierte en cualquiera de estos viajeros habituales y se mimetiza, se torna indiferente. Deja de observar, bosteza, mira por la ventana. ¿A qué me recuerda esto? El autobús es el mundo.

Parking gratuito

Comencé a explicar el argumento de una película. Tuve que interrumpirme. No encontrábamos el coche. El aparcamiento estaba lleno. Todos los coches se parecen, igual que sus ocupantes y propietarios, eso hacía difícil la operación de búsqueda. A todos nos ha pasado alguna vez. Quien nunca tuvo dificultades en encontrar su coche en un parking es un monstruo. Son cosas de la edad adulta, por otra parte. Era de noche ya. ¡Hombre, la noche! Qué costumbre tan simpática. Momento decisivo: "Lo dejaste junto a un arbolito" eso fue la pista fundamental, lo que nos puso en el camino de la victoria. Un cuento fantástico seguiría diciendo que nos quedamos eternamente en ese aparcamiento, buscando el coche. Pero no fue así. Estábamos eufóricos, ebrios de triunfo. Nunca terminé de explicar el argumento de aquella película.

Whitman entre cadáveres

¡Aquí el gran narrador de América!
La pantalla de Google images llena de sus fotos: 
desde la juventud hasta la vejez.
Moreno, joven, con gafas redondas.
El tiempo le desgasta, el tiempo le desgasta.
Viejo, calvo, sin gafas. Una joven 
muy guapa le mira embelesada. 
¿Sería su mujer? ¡Qué envidia!
Fotos de una larga vida: los oscuros principios,
la fama y el escándalo.
Mucho trabajo, muchos viajes, muchas mujeres.
Un par de guerras mundiales por medio.
Son las fotos de toda una vida, 
la larga vida de un gran escritor.
Trazan una trayectoria personal borrada. 
Un destino anulado. 
Decisiones. Renuncias. Laberintos.
Hace mucho que ha muerto. 
Ni Dios se acuerda de él 
ni de sus obras.

Mesa de novedades

Tengo por costumbre mirar si hay una cita al principio de una novela que desconozco. Generalmente es lo único que leo de las novelas que se publican hoy: "por sus citas los conoceréis" (cuántas paráfrasis se hacen de los Evangelios, son una mina de paráfrasis). Me basta ver la cita elegida para deducir la categoría del escritor. 
        Entro en una librería. Tomo de la mesa de novedades un libro: La cura de Schopenhauer, de un escritor norteamericano. Esta novela se abre con una cita del filósofo, aunque no se indican ni el lugar al que pertenece ni el autor. Dice: "cada respiración nos defiende de la incesante invasión de la muerte, con la que luchamos cada segundo, y de nuevo, en intervalos más largos, con cada comida, cada vez que dormimos, etc. Al final la victoria es suya, pues somos sus víctimas ya desde el nacimiento. Ella juega un rato con su presa antes de devorarla. Nosotros continuamos nuestra vida, mientras tanto, con enorme interés y mil cuidados, tanto como sea posible, como se sopla una pompa de jabón, empeñados en inflarla al máximo, durante el mayor tiempo, aunque con la firme certeza de que estallará"
      Leo la cita y cierro el libro. ¿Qué más necesito leer después de esto? Y con esta frase resonando en la cabeza salgo de la librería llena de novedades.

Anochece

Se encienden las farolas. La calle resuena con el ruido de los cubos de basura vacíos que deja el camión. Hacen un ruido hueco, de cubos vacíos. Los basureros reflectantes los golpean contra el suelo para separarlos, los tratan con dureza. Dentro de unas horas estarán llenos de bolsas de plástico llenas de desperdicios y algún tesoro sin brillo. De madrugada los recogerán, pesados, sin sonar a hueco. Ahora un niño, del otro lado de la calle, contagiado de ruido, da patadas a uno de los cubos huecos.

Cuaderno expresionista

Un par de poemas de Jakob van Hoddis, gaseado en 1942 (se ignora la fecha) por los nazis:
 
Arroja el ancla
no en lo profundo
del lodo de la tierra
sino en la altura
del azul del cielo
y tu barquilla
atracará felizmente
en la tormenta.
 
El siguiente poema, de corte apocalíptico, abrió la célebre antología de poesía expresionista preparada por Kurt Pinthus en 1919 "El crepúsculo de la Humanidad" que tuvo el honor de ser quemada en 1933 en la Bücherverbrennung (quema de libros) nazi. Los nazis tenían un talento enorme -y negativo- para el arte y la literatura pues quemaron y destruyeron las obras realmente valiosas. Este poema está tan vivo como el día en que se escribió. Fue publicado en 1911 en la revista "El demócrata" de Berlín.
 
FIN DEL MUNDO
 
Al burgués le vuela el sombrero de la cabeza puntiaguda,
por el aire retumba una especie de grito,
los techadores caen y se destrozan
y en las costas -se lee- sube la marea.
 
Llega la tormenta, los mares salvajes brincan
a la tierra para aplastar los gruesos diques. 
La mayoría de las personas están acatarradas.
Los trenes se caen de los puentes. 

Obreros jodiendo en la facultad

Los obreros reciben órdenes. Los obreros no saben que son clase obrera. Es como si un pulpo supiera que es un molusco cefalópodo: eso lo sabe el zoólogo, no el pulpo. Los obreros tienen que quitar el cajero automático, empotrado en la pared de la fachada, y cambiarlo por otro más moderno, más seguro, mejor anclado al suelo. Para retirar el antiguo trasto -bastante más feo que un piano- los obreros usan un martillo pneumático. La pared es de hormigón, con hierros de encofrado que tienen que cortarse con una radial. El cajero está en el edificio de la universidad. No llevan cinco minutos con ese arma de demolición sonora cuando llega un administrativo de la facultad: una profesora se queja. Deben parar inmediatamente. El ruido molesta, así no se puede dar clase. No sólo es el ruido, son las vibraciones. Así no se puede comentar la égloga de Garcilaso, el poeta muerto de una pedrada. ¿Qué van a hacer los obreros? Dejar la máquina infernal, esperar a que termine la actividad docente, pasadas las ocho de la tarde. Volverán a esa hora, para continuar la demolición y el trabajo que queda pendiente. No terminarán antes de las doce de la noche. Por ruidosos. Por brutos. Por tener las manos gruesas y ásperas.
       Y tú, que no eres ni obrero ni profesor universitario, ¿de quién estás más cerca? De los obreros. Quizá eres ese obrero que lee y hace preguntas en el poema de Brecht. Hofmannsthal dice: "algunos, es obvio, tienen que morir abajo, donde los pesados remos de las naves rozan. Otros habitan junto al timón arriba, conocen el vuelo de las aves y las regiones de las estrellas"

Nocturno

Haces de luz de coches solitarios iluminan las rocas altas del desfiladero. Juegos de luz, enajenación y delirio, en este lugar tenebroso. No se oye más que la corriente del río. La carretera no lleva a ningún lugar, más que a la aniquilación. Detrás de los montes asoma la luna. Se recorta el diente de sierra del perfil de los montes, una silueta oscura de perdición. Un jirón blanco de niebla baja de la ladera abrupta. Hay una casa triste al borde la carretera, una luz insignificante; dentro se oye el llanto de un niño. Las gotas de lluvia golpean las hojas de los árboles. ¿Qué quiere decir ese rumor? ¿Está a punto de pasar otra desgracia? Como un animal salvaje, los sentidos despiertos. La amenaza es permanente.
        Tú, caminante perdido, a deshora, obsesionado, en este lugar fantasmal cargado de presagios, siniestro laberinto, vuelve a la habitación solitaria y ajena. La vida es una mala noche en una mala posada. Ya en el lecho, avanzada esta noche de noviembre, te despertará un mal sueño: alguien te pedirá que apagues la luz, cada vez con más furia, y tú no sabrás cómo.

Georg Trakl

Un 3 de noviembre de 1914, tal día como hoy, murió a los 27 años Georg Trakl. Si tenemos el sufrimiento pero nos faltan las palabras podemos ir a buscarlas a este poeta, porque si alguien tuvo una vida desgraciada y miserable fue este poeta genial. Un año antes de su muerte, escribió, noviembre de 1913 desde Viena, mientras solicitaba un empleo en el ministerio del Trabajo, una carta a su gran amigo Ludwig von Ficker (que merece un monumento por su lealtad y su ayuda) en la que le decía: "en los últimos días me han ocurrido cosas terribles de cuya sombra no podré librarme en toda mi vida. Si, queridísimo amigo, mi vida se ha roto en pocos días  de una forma indecible y sólo me queda un inefable dolor al que incluso se le niega la amargura... ya no sé ni lo que hago. Es una desgracia sin nombre cuando a uno se le parte el mundo en dos. Oh Dios mío, qué sentencia ha caído sobre mí. Dígame que aún debo tener fuerzas para vivir y hacer lo verdadero. Dígame que no me equivoco. Esto es una oscuridad de piedra. Oh, amigo, qué pequeño e infeliz me he vuelto" En agosto de 1914 estalló la primera guerra mundial, que era lo que le faltaba. Trakl fue movilizado y enviado al frente de Galitzia para que atendiera, como sanitario, a los heridos en el combate. No pudo soportar tanto horror y tomó una sobredosis de cocaína.

Día de los difuntos

Con la modernidad se perdió la esperanza en la vida eterna (y el pavor al infierno). Pero somos únicos (con permiso de Hegel y Marx) y esto es lo que hace irrepetible nuestro transcurrir en el tiempo. ¿No amamos a nadie al que la muerte arrebató? ¿No vimos el caleidoscopio de su rostro, no oímos su voz, no apreciamos sus gestos, el iris de sus ojos, el misterio que encerraba? Vive esperanza, ¡quién sabe lo que se traga la tierra!
      En el siglo XIX aparecen las masas. En el XX se desarrolla esta tendencia. Surge el "se" impersonal, el "tú" abstracto de la publicidad, el sujeto pasivo del fisco, el objeto que graban las cámaras y al grabar lo cosifican. La vida ya no vive. Todo esto arrastra por tierra ese valor infinito (digamos infinito) que tendría un individuo; el carácter de cada ser, irreductible a todo. Nuestra vida cotidiana es una inmersión poderosa en el océano de la insignificancia: se nos dice de mil modos que, como individuos, no valemos nada, que somos prescindibles. Importa el drama: los actores son circunstanciales. La TV sigue encendida cuando todos están muertos en la casa. El hormiguero de la gran ciudad. Los muertos anónimos de los sucesos. La Babel de un aeropuerto. Groenlandia totalmente asfaltada y con arbolitos cada cinco metros. La megalópolis planetaria. Los vastos cementerios bajo la luna.
       Todo lo que llega a ser quiere permanecer siendo (el conatus, de Spinoza); ahora bien, los hombres tenemos, si esto es así, un enemigo terrible: la muerte. Porque si la muerte significa la aniquilación total de nuestra persona, entonces, ¿qué broma es ésta? Maldita la gracia. Es para poner el grito en el cielo. "Porque si los muertos no resucitan, ni Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe, aún estáis en vuestros pecados. Y hasta los que murieron en Cristo perecieron. Si sólo mirando a esta vida tenemos la esperanza puesta en Cristo, somos los más miserables de los hombres" Esto escribió San Pablo. En el libro sobre la Trinidad dice San Agustín, con su pasión y elocuencia: "Y si quieren ser dichosos, sin duda no anhelan que su dicha se esfume y perezca. Sólo viviendo pueden ser felices; por consiguiente, no ansían que su vida fenezca. Luego todo el que es verdaderamente feliz o desea serlo, quiere ser inmortal. No vive en ventura quien no posee lo que desea. En conclusión, la vida no puede ser verdaderamente feliz si no es eterna". ¡La vida eterna! Comparado con esto las ambiciones de la ciencia -que es una empresa admirable- parecen muy pobres, y la ciencia es la diosa de nuestro tiempo. Esta afirmación puede ponerse en duda: la diosa de nuestro tiempo es la economía; es decir, una miseria. Muy bien: aquello de la inmortalidad era un cuento chino. Ahora serán los chinos los que nos cuenten otro cuento: cómo se construye una gran potencia económica que nos ponga a todos de rodillas.
      Pascal dijo: "me parece bien que no se profundice en la opinión de Copérnico pero esto... importa para toda la vida saber si el alma es mortal o inmortal" Pascal estaba en una encrucijada. Tomó el camino que terminó llenándose de maleza. 

Nadie

Me libraré de la opresión y del ruido exigente de una voz familiar. En los aludes soy un copo de nieve y en las tempestades una gota de frío. Cuando salgo incandescente de la pistola y busco con determinación el pecho de mi adversario mi voluntad se concentra en un glorioso impulso de penetración. He perdido todos los trenes del mundo y jamás llegué tarde a ninguna cita, porque nadie me esperó jamás. Soy divinamente inútil, no estoy registrado en ningún censo, ni pertenezco a ningún partido, ni tampoco fabrico cosas para uso cotidiano. He dejado que se pudrieran dócilmente las hojas caídas de pasados otoños. No acudo a ningún río sin una buena provisión de lágrimas, como aquel pueblo errante y milenario. Piso la tierra con esfuerzo y me tumbo bajo la sombra de estatuas mutiladas hasta que los rayos del sol asoman por detrás de edificios en ruinas. En cada rostro humano veo la codicia y la ternura. Cada vez que me ignora la muchedumbre siento un deseo irrefrenable de confundirme con el cobre inmemorial que yace escondido en las entrañas de un paisaje desolado y remoto. Me han crecido excrecencias de silencio. Tengo que perseguir fracasos aún más vulgares atravesando barreras de fuego. Aunque las verduleras que venden sus productos dando gritos cobren la forma de mis padres y me llamen a casa y sonrían al niño. Adiós, adiós, les dirá mi solemne vocación. Con qué ilusión emprenderé el camino cuando comience a levantarse el viento. Tengo que pasar bajo arcos derrumbados, en las augustas ciudades del desierto, a través de un gran círculo de arañas. Levantaré las piedras para aplastar con ellas al astuto escorpión. Caminaré descalzo para llegar a ser nadie.

La fortaleza

Hubo un tiempo en el que había miedo de salir a la calle. Un tiempo en el que había que pasar de largo, corriendo, cuando un grupo de matones apaleaba a alguien indefenso. Un tiempo donde no se podía hablar en voz alta. Un tiempo de recelo, delación, miedo, abyección, vileza. Un tiempo en el que las personas decentes (que las hay) se mordían la lengua, vivían avergonzadas y en el que los canallas (que los hay) vociferaban y campaban por sus respetos, abusando de cualquiera, sin nadie que les hiciera frente. Un tiempo en el que ser grosero y brutal era un orgullo y en el que pensar y ser justo se interpretaba como debilidad. 
       ¿Cómo se pasa de una sociedad civilizada (civilizada, no perfecta) a un estado de barbarie? Hay que estar siempre alerta. Si el centinela se duerme, la fortaleza está perdida. 

Somiedo

El montañero camina borracho de soledad entre las rocas. 
Lo que teme el montañero, de lo que huye, es del estado del mundo. 
Las montañas no son el mundo. No hay lenguaje en las montañas. 
El montañero sabe que es imposible ser un eremita.
El nihilismo de las montañas es más soportable que el odio, el hacinamiento y la degradación humanas. 
El montañero siente pavor por las multitudes, pero no puede quitarse de encima la masa a la que pertenece.
Las montañas son terribles, por eso son hermosas.
Hay dignidad en su soberana indiferencia por la vida y la muerte.
En el lago se refleja la estela de un avión.
El montañero come el bocadillo sentado en una piedra caliza. 
Cualquier panorama de las montañas es su autorretrato. 
El mundo recupera su belleza allí donde no hay restos humanos. 
El montañero encuentra su esqueleto al pie de una pared de rocas, donde nunca da el sol.
El montañero se olvida de que ha sido engendrado.
Se imagina ese paisaje a la luz de la luna llena.
Las montañas le llaman, siente por ellas una atracción irresistible.
A las montañas se va solo.
De las montañas no se regresa.

Zagajewski y compañía

Pocas veces se aplaude a un gran poeta. Hoy, 18 de octubre del 2017,  tuvimos la ocasión de hacerlo en Oviedo en un acto organizado en honor de Adam Zagajewski, el poeta polaco ganador del Princesa de Asturias de las Letras. Al entrar se quedó un momento parado, algo desconcertado, recibiendo la ovación y el afecto del público. "Qué cara de polaco tiene" le dije a un amigo (es la cara que supongo tiene que tener un polaco, con rasgos eslavos). Fue un acto hermoso. Zagajewski leyó algunos de sus poemas, la traducción aparecía en una pantalla detrás de él. Entre lectura y lectura de Zagajewski fueron apareciendo poetas asturianos (algunos residen fuera de Asturias) que leyeron poemas propios. Creo que Zagajewski se ha llevado una gran impresión. Xuan Bello, Aurelio G. Ovies, Teresa Soto, Fernando Menéndez, Fernando Beltrán, Jordi Doce, Vanesa Gutiérrez, Martín López-Vega, Javier Almuzara, Berta Piñán, José Luis Piquero. Zagajewski estuvo muy bien acompañado. Fue un recital estupendo.

Desfiladero

¿Y el ruido ese lo hace el agua al estrecharse el desfiladero
o es un avión comercial que pasa continuamente?
Es bonita la ruta. Hay árboles y peñas. Observa
cómo las rocas son distintas: en esa parte calizas,
en la otra cuarcitas. 
                                       Ahí va el padre, la madre y dos niños.
Tú no serás padre de familia. Y las familias son irremediablemente.
La verdad es que me está serenando mucho.
Memoria insuficiente. No puedo hacer fotos de los riscos
ni un selfie en la cascada. ¿Para qué está allí entonces?
Un puente frágil. Lo cruzo. Me atrevo. Abajo paso yo
y mi posible accidente. La familia no lleva paraguas.
En el bosque de hayas ha brotado el "Libro del Tao" como una seta.
Fumo un puro entre acebos, después de estornudar,
perseguido, como siempre, por pensamientos húmedos y sombríos.

Antología personal

Intento compensar la vulgaridad de la vida, la soledad y la insuficiencia de las relaciones humanas con algo de poesía. He descubierto recientemente un método: imprimo en folios algunos poemas que me gustan y los llevo en el bolsillo de la chaqueta. Son una antología personal. Si cayera muerto en la vía pública los encontrarían entre mis efectos personales. Me parece bien. Algunos de los poemas que llevo -cito de memoria- son los siguientes:

-"Out, Out", de Robert Frost. Un chico está serrando madera. La sierra le cercena la mano y muere desangrado.
-"The star-splitter" de Robert Frost. Un hombre quema su casa para gastar el dinero del seguro en comprarse un telescopio. 
-"Sayling to Byzantium" de W.B. Yeats. El poeta es un hombre viejo (Un hombre viejo es una cosa miserable) que espera eternizarse en el trabajo de los artistas bizantinos. "Monumentos de intelecto imperecedero"
-"Ode to a nightingale" de John Keats. Una noche de verano Keats oye entre los árboles, a las afueras de Londres, cantar a un ruiseñor. "No naciste para la muerte, pájaro inmortal. Las generaciones hambrientas no te han pisoteado"
-"An die Nachgeborene" de Bertolt Brecht. Escrito a finales de los años treinta, durante la dictadura de Hitler. "Realmente, vivo en tiempos oscuros" dice. El poema está dirigido a los que están por nacer y no conocieron esa época en la que hablar de árboles era casi un delito.
-"Orpheus. Eurydike. Hermes" de Rilke. A partir del mito de Orfeo que desciende al infierno para rescatar de la muerte a Eurídice. En el momento en que Hermes, que lleva de la mano a Eurídice, dice con dolor: "¡ha mirado hacia atrás!" ella (la tan amada) no entiende y le pregunta: "¿quién?" 
-"Veles e vents" de Ausiàs March. El poeta simula una peligrosa travesía por el mar, lleno de inquietud por saber si la mujer que ama le corresponde. "A juego de dados te compararé" dice el verso final.
-"Ultimo canto di Saffo" de Leopardi. La poeta griega expresa su dolor antes de arrojarse por un acantilado. "Arcano es todo, salvo nuestro dolor"
-"The idea of order at Key West" de Wallace Stevens. Una mujer canta a la orilla del océano. La canción que canta es el mar y el mar se convierte en su canción. 
-"Nachtgedanken" de Heinrich Heine. Escrito en el exilio parisino del poeta que recuerda con nostalgia a Alemania y a su querida madre, la cual le escribe sus cartas con letra temblorosa. 
-"Meriggiare pallido e assorto" de Eugenio Montale. Darse cuenta con estupor, bajo un sol aplastante, que la vida es caminar por un muro que rematan trozos agudos de botella. 
-"September 1, 1939" de W.H. Auden. Escrito en Nueva York el día que estalla la segunda guerra mundial. "We must love one another or die" dice. "En este aire neutral donde ciegos rascacielos usan toda la fuerza de su altura para proclamar la fuerza del hombre colectivo"

Estos son algunos de los poemas que llevo en el bolsillo. Dejo aquí la lista de esta antología personal, que podría continuar, por no ser prolijo ni caer pesado.

 

Saliencia

                                Intrai per lo cammino alto e silvestro

Tierra traidora. Enebros. 
Altura y pelos.
Aquí hubo un glaciar, lo dice el cartel.

Abajo el lago, el ojo  silencioso
cada vez más abajo.
Ni siquiera hay silencio en las montañas.
Ni siquiera hay soledad en las montañas. 
Si se pierde tendría que volver
a bajar a la orilla
                                 A desandar
ese largo camino improvisado.
Hay demasiada piedra no se puede
andar como dios manda. 
Da un grito que retumba 
en la eternidad de las rocas. 
La noche se le puede echar encima.
Ha bebido la última botella.  
Y quedará atrapado por el lago.
Ellos no tienen miedo de perderse
su rodillas son piedras, son el aire.
Aquí se cruzan mil generaciones.

Ellos ya son raíz.
                                Abajo el lago 
inhumano profundo
cada vez más abajo 
cada vez más estúpido.                                                   

Amarga verdad

Es una ley de la naturaleza, no una opinión personal. No es pesimismo: es realidad.
 
optima quaeque dies miseris mortalibus aevi
prima fugit; subeunt morbi tristisque senectus
et labor, et durae rapit inclementia mortis
 
Los mejores días de la vida huyen los primeros de los desgraciados mortales: sobrevienen las enfermedades y la triste vejez y la fatiga, y la fatalidad de una muerte inexorable nos arrebata.
 
Virgilio, Geórgicas, III, 65-67

Die Flucht ohne Ende

Richard Beer-Hofmann, Ernst Cassirer, Hermann Broch, Ernst Toller. Estando a salvo (emigraron a USA) no sobrevivieron mucho tiempo a la catástrofe de su época. Los dos primeros murieron en Nueva York en 1945. Broch en Connecticut en 1951 (Arnold Schonberg murió ese mismo año en Los Ángeles). Ernst Toller se adelantó un poco más: falleció en Nueva York en 1939. Franz Werfel murió en 1945 en Beverly Hills. De todos esos emigrados el más conocido es Albert Einstein. Ninguno de ellos volvió a pisar Europa (otros, como Adorno, Hannah Arendt, Max Horkheimer, Brecht, Ernst Bloch o Thomas Mann sí lo hicieron acabada la guerra). 
     Imposible comprender la dimensión de esa catástrofe. De todas estas historias de intelectuales judíos tal vez la más triste sea la de Walter Benjamin. Se me olvidaba Stefan Zweig. Como en el relato de Joseph Roth, fue una "fuga sin fin".

Relaciones

Hay dos poemas que tienen mucho en común: "La segunda venida" de W.B.Yeats y "La caída de Roma" de W.H. Auden. Hablan de un fin del mundo. Otros dos poemas que me recuerdan uno al otro son "Infancia" de Rilke y "Animula" de T.S. Eliot. Son cuatro poemas maravillosos excelsos memorables cojonudos divinos preciosos chulísimos inolvidables espléndidos

La urraca

Se había hecho amigo de una urraca que había sido amiga de Schiller. Era una urraca inmemorial. El pájaro dócil voló como un boomerang, como un halcón, partió de la mano del amigo. En el vuelo chocó con cables de alta tensión. Volvió a volar otra vez y volvió a chocar. Así varias veces. Regresaba cada vez más herida. Cayó agonizante ante el amigo. Respiraba hondamente. Murió. 
    Qué tendremos en la cabeza para soñar estas cosas.

Oda a un ruiseñor

Es un poema que me gustaría aprender de memoria. No es muy largo. Son ocho estrofas. Con entusiasmo y esfuerzo (se aprende con las dos cosas) se podría guardar en la mente. No sé ni de lejos el suficiente inglés para entenderlo correctamente, y sobre todo, para gozarlo. Para un nativo debe de resultar maravilloso. Lo triste de la poesía es que se pierde mucho al traducirla. Un verso de este poema dice: "the murmurous haunt of flies on summer eves". ¿Cómo se vierte eso al español? Consulto a dos amigos: "el murmullo de las moscas persiguiéndose en las noches de verano". El motivo del poema es bien sencillo: Keats oye a un ruiseñor entre los árboles en una noche estival. Ese himno, esa música del pájaro inmortal le lleva a un arrobamiento profundo, a un momento de éxtasis "como si hubiera bebido cicuta o apurado un potente narcótico". (Se nota que Keats estudió farmacia). El tiempo se detiene. Hay en esta oda un claro deseo de disolverse, de morir; cosa que, escrita por un sabio muchacho de unos veintitrés años, llama la atención. Mucho ha sufrido ya este joven para anhelar el descanso que proporciona la muerte. Keats tenía una enorme imaginación (fancy). Me lo imagino absorto, despistado, sumido en honda meditación. Al final del poema el ruiseñor se marcha, su canto se pierde a lo lejos. Entonces el poeta se pregunta: "¿fue una visión o un sueño despierto? Huyó esa música. ¿Estoy despierto o dormido?" Y ya le tenemos de nuevo hundido en la triste y amarga realidad. 
      Me parece uno de los poemas más hermosos que se han escrito.

Muy fino Italo Svevo

Viendo las heroicidades atómicas del régimen vesánico (loco) de Corea del Norte y su divino payaso líder, que esperemos se queden en pólvora mojada, viene al pelo recordar el final de la novela "La conciencia de Zeno" de Italo Svevo. Dice el escritor de Trieste:

Tal vez gracias a una catástrofe inaudita, producida por los instrumentos, volvamos a la salud. Cuando no basten los gases venenosos, un hombre hecho como los demás, en el secreto de una habitación de este mundo, inventará un explosivo inigualable, en comparación con el cual los explosivos existentes en la actualidad serán considerados juguetes inofensivos. Y otro hombre hecho también como todos los demás, pero un poco más enfermo que ellos, robará dicho explosivo y se situará en el centro de la tierra para colocarlo en el punto en que su efecto pueda ser máximo. Habrá una explosión enorme que nadie oirá y la tierra, tras recuperar la forma de nebulosa, errará en los cielos libre de parásitos y enfermedades. 

Que nadie se alarme: Trump nos defenderá.

Que pase el siguiente

Derecho a la felicidad. Entonces aparece un enano monstruoso, un ciervo herido salta, un árbol se incendia y la India se separa, se separa, se separa del continente asiático mientras bosteza un mendigo. 

Nihil novi sub sole

Al final la vida aburre, cansa, es rutinaria. No se suman días impunemente. Eso no lo saben los jóvenes. No conocen la verdad, ese secreto tan bien guardado por la naturaleza. ¿Qué fueron las ilusiones de juventud? La vida se renueva en cada ser que nace. Cada muerto es un desertor inocente. No fiarse de la vida, pues todo es engaño. Vivir para ver, se dice. La mujer acaba de dar a luz, todo es alegría, pero ella muere. Así millones de sucesos, de tragedias. Pasa el tiempo y caen en el olvido. El tiempo que pasa siempre y todo lo trae y se lo lleva. No hay forma de construir nada permanente. Somos efímeros, estamos de paso, somos extranjeros, no dejaremos huella (aunque ahora hagamos un ruido infernal). El mundo, en fin, empezó sin la humanidad y se terminará sin la humanidad. ¡Que alguien cierre esa puerta que hay corriente!

El gorro

Una senda que discurre por un valle glaciar. Hace 15.000 años ese valle estaba cubierto de hielo. Caminaba solo por ese lugar alpino como una caricatura de Zarathustra o del Lenz de Büchner. En fin, soy un señor que frisa la cincuentena, como don Quijote, y no es hidalgo, sino que trabaja en un banco. Muy cerca del final del camino, a unos diez minutos de avistar el lago (que no se ve hasta que no se termina la caminata) noté que me faltaba el gorro. Ya me había caído un rato antes, lo eché en falta a tiempo, di la vuelta, pude encontrarlo y recogerlo. Pero esta vez lo di por perdido y renuncié a volver para buscarlo. No podía con ese eterno retorno. Llegué por fin al lago. Aguas verdes, rocas viejas, silencio mineral. Había otros caminantes. Padres jóvenes con sus niños, muchachos, parejas maduras. En esas soledades agrada ver compañía humana. Será por eso que todos los caminantes se saludan. Emprendo el regreso. A la bajada veo, al lado del sendero, algo blanco sostenido por el tallo fuerte de una hierba. Oscila al aire. Según me acerco los perfiles se afinan: es mi gorro perdido.

Eclipse de sol

Un escritor austríaco, Adalbert Stifter, muy poco conocido en España, pero un gran escritor, tiene una magnífica descripción del eclipse de sol que pudo observar en Viena el 8 de julio de 1842. Entre otras cosas dice que nunca, nunca, en toda su vida sintió una emoción tan honda como en ese momento. Creo que en nuestra vida pocos vamos a tener ocasión de contemplar un fenómeno tan inmenso, un acontecimiento cósmico, que aunque tiene una explicación sencilla -la luna se interpone entre el sol y la tierra y arroja su sombra- no deja de producir una enorme conmoción. Esa oscuridad nos hace lúcidos. Ante este fenómeno desaparecen -ay, por un momento nada más- nuestras minúsculas diferencias. Por un momento los hombres olvidan su tontería y arrogancia (una decente madre de familia es igual que una prostituta; un extremeño es igual que un catalán; un jefe de estado es igual que un parado) y se ven como lo que realmente son: pequeños, hormiguitas, nulos, ante la inmensidad. Y casi siempre en horario de oficina.

A Silvia

No todos los Cantos de Leopardi me gustan. Hay cuatro o cinco que espero me acompañen hasta el final de mi vida. Uno de esos poemas es "A Silvia" que Leopardi dedica a una muchacha vecina suya, muerta de tuberculosis en la flor de la edad. El poema es inolvidable. Hay en Leopardi una belleza y una verdad, una emoción trágica que muy pocos poetas, para mí, alcanzaron. El final de este poema dice:

All' apparir del vero
tu, misera, cadesti: e con la mano
la fredda morte ed una tomba ignuda
mostravi di lontano. 

La muchacha que cantaba, reía, estaba llena de las ilusiones de la edad juvenil, trabajando contenta, "da chiuso morbo combattuta e vinta" muere. Al asomar la verdad (la verdad de nuestra condición mortal) ella, Silvia, haciendo un gesto con la mano, muda, señala una tumba vacía, desde lejos. Desde lejos.

La lógica de la aniquilación

Büchner es el autor de "La muerte de Danton", una tragedia sobre la Revolución Francesa que explica muy bien las atrocidades que ocurrieron en el siglo XX. Büchner, que sólo vivió 23 años, era un genio. Una cosa deja clara su breve obra: la injusticia atroz de la pobreza -que reduce a los hombres a la bestialidad- y la insignificancia de nuestras vidas. Aquí habla (o mejor dicho, truena) Saint Just, guillotinador y guillotinado, ante la asamblea:

Parece que en esta asamblea hay algunos oídos sensibles que no pueden soportar la palabra "sangre". Algunas consideraciones generales podrían convencerles de que no somos más crueles que la naturaleza y el tiempo. La naturaleza sigue tranquila e irresistible sus leyes y los hombres son aniquilados cuando entran en conflicto con ella. Un cambio en los componentes del aire, un recrudecimiento del fuego telúrico, la conmoción del equilibrio de una masa de agua, una epidemia, una erupción volcánica, una inundación entierran a miles. ¿Cuál es el resultado? Una insignificante, apenas perceptible alteración de la naturaleza física, que pasaría sin dejar rastro sino fuera por los cadáveres que deja en su camino. Y yo pregunto: ¿no podría una Idea aniquilar tan bien como una ley física todo lo que se le opone? ¿No podría un acontecimiento que conmociona la total forma de la naturaleza moral, esto es la Humanidad, realizarse por medio de la sangre? El espíritu del mundo se sirve en la esfera espiritual de nuestros parias, como se sirve de los volcanes y las inundaciones. ¿Qué importa que mueran de una epidemia o de una revolución? 

Este lugar inhóspito

La vieja entra riendo, de buen humor: "tengo que quitar de la cuenta a mi hijo, que murió". 
El pueblo está entre dos valles, encajonado. Dos industrias contaminan el aire. Benceno. Es pintoresco desde el coche, siempre que se pase de largo.
El sótano es inmenso, está vacío y huele a humedad.
Las barriadas geométricas, abandonadas y ruinosas. Cada calle tiene el nombre de un general o un coronel.
Entra el hijo de la vieja: un hombre joven, deforme, enano, casi sordo y sin dientes. Tiene la voz muy aguda. No pesará más de 40 kilos. 
Entra un ciego acompañado de otra persona. Está ahogado. Tiene que esperar un rato para poder hablar. Le cuelga una papada inmensa. Es muy grueso. 
Hay una tienda que parece vender prensa y material escolar. Se ha quedado en los años cuarenta. La atiende una chica. 
El puente de hierro cruza el río y las vías.
Desolación, tristeza, fracaso, muerte prematura. Hay dos garzas en el río. 
Entra un gitano, un hombre muy educado. Su hijo está en la cárcel. 
Casas en ruinas, cubiertas por la vegetación.
Este lugar inhóspito.

El contraste

El viernes, 15 de febrero de 1823, fui a visitar el sepulcro de Tasso; y lloré. Este es el primer y único placer que he tenido en Roma. El camino hasta allí es largo y no se va a ese lugar sino para ver este sepulcro; pero, ¿no se podría también venir desde América para gustar el placer de las lágrimas por dos minutos? (...) Muchos se indignan viendo las cenizas de Tasso, cubiertas e indicadas por una piedra de un palmo y medio de largo y ancho y puestas en un rincón de una iglesia cualquiera (chiesuccia). No querría de ninguna manera encontrar estas cenizas bajo un mausoleo. Comprendes la gran cantidad de afectos que surgen al considerar el contraste entre la grandeza de Tasso y la humildad de su sepultura. 

Carta de Leopardi a su hermano Carlo; Roma, 20 febrero 1823

Soneto 129

Ni el mayor asceta ha llegado a exponer con tanta elocuencia lo inútil, triste y desoladora que -por lo visto- es la satisfacción sexual. Post coitum animal triste. Es el soneto 129 de Shakespeare.

Despilfarro de espíritu en un mar de vergüenza
es la lujuria. Hasta que se satisface
la lujuria es perjura, criminal, sangrienta, llena de culpa,
salvaje, extremada, ruda, cruel, no es de fiar.

Tan pronto disfrutada, despreciada después;
buscada sin razón, apenas conseguida
odiada sin razón, como un cebo engullido
hecho a propósito para volver loco al que pica.

Loca al buscarla y loca al poseerla;
al tenerla, al buscarla, extrema siempre,
delicia en el momento, gozada una desgracia;
primero una alegría, despúes no más que un sueño.

Bien sabe el mundo esto, pero nadie
sabe eludir tal cielo que lleva a tal infierno.

En qué mundo vivimos

Si las noticias son la voz de la sociedad, un reflejo de lo que más le interesa y preocupa, un espejo donde se mira, admito que en muchas cosas -demasiadas- no la entiendo en absoluto. No sé en qué mundo vivo. 
      El titular de una noticia vista hoy en El País digital dice: "HBO sufre un "hackeo" que afecta a material inédito de algunas de sus series". 
        No entiendo la noticia. No entiendo que eso tenga que ser noticia. De sobra sé que no soy el único que no entiende semejante titular. ¡Somos millones los que no entendemos en qué mundo vivimos!

Los niños

Los niños son el reflejo de la vanidad de la vida o, mejor dicho, de la vanidad de nuestros conocimientos, pasiones políticas e importancias y absolutos varios. Para ellos aún no hay historia, ni cultura: son pura naturaleza. Víctor Hugo decía que los niños aún huelen a la eternidad de la que acaban de salir. Novalis, que donde hay un niño existe una edad de oro.
     Heráclito dice: "el tiempo es un niño que juega a los dados. Un niño gobierna el mundo" Es difícil hablar de los niños sin parecer un payaso ni caer en la cursilería, que es un vicio tan feo como la crueldad.

Perspicaz multitud

A media tarde caminan por una calle céntrica y concurrida un hombre desgarbado, corpulento, y su anciana madre a la que lleva cogida del brazo. El hombre me saluda; le devuelvo el saludo sin saber quién es. Sigo caminando, me doy la vuelta y le pregunto: "perdón, ¿nos conocemos de algo?" El hombre se para y me dice que estudiamos juntos en el colegio, me dice su nombre (no lo recuerdo). "Somos de la misma quinta". Nos damos la mano. Está bastante bebido, pero lo disimula bien. Pasa inadvertido. Sólo al hablar se delata. Miro a su madre para observar algún gesto que explique esta circunstancia. Nada. No hay expresión ninguna.

Cabra, pantera y vaca

El dolor humano se refleja en los animales. Los animales también sufren, a su manera animal, desde luego. Relaciono tres poemas dedicados a tres animales en los que se manifiesta el dolor universal: Umberto Saba (la cabra), Rilke (la pantera) y Joan Maragall (la vaca ciega). Son tres poemas extraordinarios. El poema de Rilke habla de una pantera enjaulada, el de Saba de una cabra atada, mojada por la lluvia, el de Maragall de una vaca ciega que va a beber sola. Son tres poemas de enorme tristeza y honda emoción. 
    ¿Cómo no identificarse con esos tres tristes animales? Esa es la magia de la verdadera poesía.

El soneto de Camoens

Alma minha gentil que te partiste
tao cedo desta vida, descontente,
repousa lá no Céu, eternamente,
e viva eu cá na terra sempre triste.
     Se lá no assento etéreo, onde subiste,
memoria desta vida se consente,
nao te esqueças daquele amor ardente
que já nos olhos meus tao puro viste.
     E se vires que pode merecer-te
alguna cousa a dor que me ficou
da magoa, sem remédio, de perder-te,
     roga a Deus, que teus anos encurtou,
que tao cedo de cá me leve a ver-te
quao cedo de meus olhos te levou.

Oficina de empleo

Nada exaltaría tanto como incendiar una ciudad. Nada es más domesticador que esperar nuestro turno en la oficina de empleo.
Mundo administrado. La funcionaria que le atiende. ¿Le pregunta por su fruta preferida? Ella lleva sandalias, quizá. Uñas pintadas de rojo.  

Mira el monitor donde aparecen los turnos. Lleva un papel en las manos: es un poema de Quevedo. Suena la señal sonora. Les van llamando. 

Deja pasar las horas sin sentirlas,
que no quiero medirlas,
ni que me notifiques de esa suerte
los términos forzosos de la muerte.

Son las 10:27. Comprende que las drogas sean tan antiguas como la humanidad. Nota una violencia latente (no la nota en la conciencia, sino en los intestinos). Se acerca su hora.

No me hagas más guerra;
déjame, y nombre de piadoso cobra,
que harto tiempo me sobra
para dormir debajo de la tierra. 

Le han atendido rápido y bien. Se va muy contento, muy satisfecho de sí mismo. Las 10:41. En la calle deslumbran los reflejos metálicos del sol.