Amarga verdad

Es una ley de la naturaleza, no una opinión personal. No es pesimismo: es realidad.
 
optima quaeque dies miseris mortalibus aevi
prima fugit; subeunt morbi tristisque senectus
et labor, et durae rapit inclementia mortis
 
Los mejores días de la vida huyen los primeros de los desgraciados mortales: sobrevienen las enfermedades y la triste vejez y la fatiga, y la fatalidad de una muerte inexorable nos arrebata.
 
Virgilio, Geórgicas, III, 65-67

Die Flucht ohne Ende

Richard Beer-Hofmann, Ernst Cassirer, Hermann Broch, Ernst Toller. Estando a salvo (emigraron a USA) no sobrevivieron mucho tiempo a la catástrofe de su época. Los dos primeros murieron en Nueva York en 1945. Broch en Connecticut en 1951 (Arnold Schonberg murió ese mismo año en Los Ángeles). Ernst Toller se adelantó un poco más: falleció en Nueva York en 1939. Franz Werfel murió en 1945 en Beverly Hills. De todos esos emigrados el más conocido es Albert Einstein. Ninguno de ellos volvió a pisar Europa (otros, como Adorno, Hannah Arendt, Max Horkheimer, Brecht, Ernst Bloch o Thomas Mann sí lo hicieron acabada la guerra). 
     Imposible comprender la dimensión de esa catástrofe. De todas estas historias de intelectuales judíos tal vez la más triste sea la de Walter Benjamin. Se me olvidaba Stefan Zweig. Como en el relato de Joseph Roth, fue una "fuga sin fin".

Relaciones

Hay dos poemas que tienen mucho en común: "La segunda venida" de W.B.Yeats y "La caída de Roma" de W.H. Auden. Hablan de un fin del mundo. Otros dos poemas que me recuerdan uno al otro son "Infancia" de Rilke y "Animula" de T.S. Eliot. Son cuatro poemas maravillosos excelsos memorables cojonudos divinos preciosos chulísimos inolvidables espléndidos

La urraca

Se había hecho amigo de una urraca que había sido amiga de Schiller. Era una urraca inmemorial. El pájaro dócil voló como un boomerang, como un halcón, partió de la mano del amigo. En el vuelo chocó con cables de alta tensión. Volvió a volar otra vez y volvió a chocar. Así varias veces. Regresaba cada vez más herida. Cayó agonizante ante el amigo. Respiraba hondamente. Murió. 
    Qué tendremos en la cabeza para soñar estas cosas.

Oda a un ruiseñor

Es un poema que me gustaría aprender de memoria. No es muy largo. Son ocho estrofas. Con entusiasmo y esfuerzo (se aprende con las dos cosas) se podría guardar en la mente. No sé ni de lejos el suficiente inglés para entenderlo correctamente, y sobre todo, para gozarlo. Para un nativo debe de resultar maravilloso. Lo triste de la poesía es que se pierde mucho al traducirla. Un verso de este poema dice: "the murmurous haunt of flies on summer eves". ¿Cómo se vierte eso al español? Consulto a dos amigos: "el murmullo de las moscas persiguiéndose en las noches de verano". El motivo del poema es bien sencillo: Keats oye a un ruiseñor entre los árboles en una noche estival. Ese himno, esa música del pájaro inmortal le lleva a un arrobamiento profundo, a un momento de éxtasis "como si hubiera bebido cicuta o apurado un potente narcótico". (Se nota que Keats estudió farmacia). El tiempo se detiene. Hay en esta oda un claro deseo de disolverse, de morir; cosa que, escrita por un sabio muchacho de unos veintitrés años, llama la atención. Mucho ha sufrido ya este joven para anhelar el descanso que proporciona la muerte. Keats tenía una enorme imaginación (fancy). Me lo imagino absorto, despistado, sumido en honda meditación. Al final del poema el ruiseñor se marcha, su canto se pierde a lo lejos. Entonces el poeta se pregunta: "¿fue una visión o un sueño despierto? Huyó esa música. ¿Estoy despierto o dormido?" Y ya le tenemos de nuevo hundido en la triste y amarga realidad. 
      Me parece uno de los poemas más hermosos que se han escrito.

Muy fino Italo Svevo

Viendo las heroicidades atómicas del régimen vesánico (loco) de Corea del Norte y su divino payaso líder, que esperemos se queden en pólvora mojada, viene al pelo recordar el final de la novela "La conciencia de Zeno" de Italo Svevo. Dice el escritor de Trieste:

Tal vez gracias a una catástrofe inaudita, producida por los instrumentos, volvamos a la salud. Cuando no basten los gases venenosos, un hombre hecho como los demás, en el secreto de una habitación de este mundo, inventará un explosivo inigualable, en comparación con el cual los explosivos existentes en la actualidad serán considerados juguetes inofensivos. Y otro hombre hecho también como todos los demás, pero un poco más enfermo que ellos, robará dicho explosivo y se situará en el centro de la tierra para colocarlo en el punto en que su efecto pueda ser máximo. Habrá una explosión enorme que nadie oirá y la tierra, tras recuperar la forma de nebulosa, errará en los cielos libre de parásitos y enfermedades. 

Que nadie se alarme: Trump nos defenderá.

Que pase el siguiente

Derecho a la felicidad. Entonces aparece un enano monstruoso, un ciervo herido salta, un árbol se incendia y la India se separa, se separa, se separa del continente asiático mientras bosteza un mendigo.